TODOS MANDAMOS A QUE ALGUIEN SE meta algo al poto todos los días. Dada la capacidad ajena de colmar la paciencia, resulta una invocación profundamente humana y razonable. En ese sentido Lourdes Flores no ha hecho nada grave. Por el contrario, ha dejado abierta la posibilidad de que una vida dedicada casi exclusivamente al infortunio político, y peor aún - próxima a un individuo como Xavier Barrón - no le ha impedido desarrollar ciertos vestigios de humanidad, como la furia. A pesar que ni en privado pueda decir culo en vez de poto.

MUCHO MAS GRAVE es que se institucionalice el espionaje de la vida privada como método válido de periodismo o descalificación personal. Una cosa es la curiosidad pública, otra el interés público, en este caso, el Potoaudio. En un día promedio cualquiera dice trescientas cosas peores de las que dice Lourdes en ese audio, solo que refiriéndose al trabajo, a la familia, a la novia o al último imbécil que tuvo la gentileza de cruzarse en el camino. Puede concitar la atención parroquial el oir a una señorita militantemente soltera referirse cándidamente al orificio oscuro y solitario del conducto digestivo por donde se expulsa el excremento y se fuerza de vuelta lo inaceptable por sus cuatro inocuas letras, poto, pero de ahí a que la pataleta sea de interés público hay un abismo. Una grieta, para seguir en materia.

MUCHO MAS GRAVE QUE DECIR POTO es defecar donde se come. Y algo de eso hay, más bien, en el otro audio. En donde el joyón de Remigio Morales Bermúdez mediante, ya se van tendiendo auditables puentes con proveedores para un municipio para el cual aún nadie ha sido elegida. Eso ya no es una curiosidad, eso es interés público, porque el dinero con el que se pagaría a esos precavidos comerciantes españoles y/o brasileros proviene de nuestro bolsillo. De los arbitrios que se pagan por vivir en esta ciudad donde, día a día, cada alcalde tiene algo nuevo que ofrecernos, el tráfico por ejemplo, para que nos lo metamos al poto. Ya va siendo hora de corresponder la gracia, voto a voto y dobladitos, para que les entre en el ánfora.